«La lucha es trabajar por una fiscalidad social. Los derechos de los ciudadanos tienen que estar garantizados y no tienen que depender de lo que haga la sociedad civil para resolver problemáticas graves

«La lucha es trabajar por una fiscalidad social. Los derechos de los ciudadanos tienen que estar garantizados y no tienen que depender de lo que haga la sociedad civil para resolver problemáticas graves

Por Carla Cruells, Responsable de Comunicación

 

Perfil:

Jaume Clupés, Director General del CFP y fundador de la entidad hace más de 40 años. Durante su trayectoria ha representado distintos cargos en federaciones de infancia y salud mental de entidades de Cataluña.

 

Este último año su liderazgo de la entidad, formada por un centenar de profesionales y más de 300 personas atendidas entre infantes, jóvenes, personas con una problemática de salud mental y sus familias, se ha visto completamente condicionado por la crisis sanitaria. 

 

Salud mental, personas usuarias y equipo profesional

¿Cómo habéis vivido la preocupación por la salud mental de las personas que atendéis durante estos meses extraordinarios?

La salud mental es el objetivo presente en nuestra práctica profesional por la atención del colectivo que convive con una problemática y una de las preocupaciones que ha agravado la pandemia debido a que esta situación ha conllevado, de entrada, una separación del trabajo presencial que realizamos y, por lo tanto, un aislamiento de las personas que atendemos. Esto genera una situación de pérdida en los ámbitos más vitales como pueden ser las relaciones emocionales. Para compensarlo, hemos buscado la comunicación telemática con las personas atendidas  y su participación, basándola en el contacto diario para hacerles un seguimiento y en actividades que tenían por objetivo la interactuación, uno de los elementos más importantes para evitar la pérdida, la pasividad con que amenazaba la situación del coronavirus.

 

¿Cómo reaccionaron durante el período de confinamiento severo las personas usuarias?

Cada persona se presenta con su singularidad, con su realidad subjetiva. Si bien es cierto que hay algún caso que ha agradecido el aislamiento porque permitía rehuir y no comprometerse en actividades colectivas y tener un espacio de reflexión pero, a la vez, de pérdida de contacto social, en general la situación ha despertado una gran capacidad de hacer aportaciones por parte de las personas usuarias. Han interactuado con mucho interés con los compromisos y se han mostrado muy participativos/as..Situación que tenemos que poner el valor y que es necesario sostener en el futuro que nos espera.

 

La tarea de los profesionales: ¿En qué ha cambiado y que ha sido lo más dificultoso durante los meses de confinamiento?

Nuestros profesionales también son personas que viven con temor su realidad vital y miedos por su propia salud. Son expertos en las relaciones humanas pero también han sufrido la situación extraordinaria de angustia vivencial. El principal esfuerzo y lo más difícil ha sido que los profesionales mantuvieran el acompañamiento a cada una de las personas atendidas en la distancia. Una escucha de toda demanda de atención y una creación de espacios de participación, donde el protagonista fuera hacer propuestas para resolver la realidad colectiva. Así mismo, han sido parte activa en la definición de cómo se desarrollarían las actividades, reflexionando sobre los protocolos que hemos tenido que aplicar. Ellos/as tienen que poder dar su opinión para evitar que las nuevas medidas les angustien y les condicionen emocionalmente.

 

¿Cuál es la función de la persona que lidera un equipo tan grande en un momento tan complejo como este?

Toda organización se basa en un liderazgo y el hecho de que haya una presencia para todos los profesionales de la institución pero, a la vez, se trata de aprovechar la capacidad que tiene el equipo de interactuar y de hacer aportaciones. Mantenerlo dentro de esta dinámica ante las necesidades y situaciones emocionales que aparecen. De hecho, un liderazgo en una institución no tiene ningún sentido sin un equipo que pueda ser parte activa y creadora de todas las acciones.

 

Durante el aislamiento potenciamos el vínculo entre los profesionales de forma espontanea: nos preguntábamos cómo estábamos, nos llamábamos a menudo…¿Cómo valoras esta realidad?

Esta etapa es inédita. El hecho de tener que organizar el trabajo, cada uno trabajando desde un lugar diferente, aplicando las nuevas tecnologías y, debido a todo esto, tener que interactuar constantemente ha sido una nueva realidad que nos ha dado una dinámica y visión nunca imaginadas. Hemos introducido elementos más espontáneos en relación a la interactuación entre profesionales como hacer una llamada para consultar una duda puntual y aprovechar por preguntar por el estado anímico. Esto ha sido una forma de sentirse más acompañados  en este aislamiento. Son elementos que tendremos que poner en valor porque tienen mucho sentido.

Es la cohesión del equipo que hace que muchas veces la profesionalidad que exigimos se consolide con autonomía a la hora de tomar decisiones y de apoyar al compañero. Esto se ha dado de manera clara.

 

Infancia y juventud atendida en tiempo de Pandemia

Los más pequeños eran los que más preocupaban ante la situación vivida. Incluso el desconfinamiento se planteó dándoles prioridad. En vuestro caso tenéis bajo vuestra tutela unos 20 infantes y un gran grupo de jóvenes.

¿Qué cambio organizativo se hizo ante la etapa de confinamiento?

Nuestra institución pretende comunicar que nuestra tarea es apoyar y priorizar la atención individualizada a colectivos que tienen determinadas dificultades pero, lo que planteamos, sobretodo es un trabajo de salud, de salud en general. Si hablamos del colectivo de infancia hablamos de salud, de crecimiento y de participar en cada uno de los procesos de maduración y de adquisición de autonomía personal.

El confinamiento ha puesto encima de la mesa el peligro de que los niños y niñas perdiesen la capacidad de tener relaciones personales socializadoras, tan necesarias en estas edades. La ventaja que tenemos es que conviven en un CRAE o piso y, por lo tanto, pueden interactuar entre ellos/as, hablar de sus malestares y hacer actividades que les ayuden a realizarse, con un equipo detrás que los acompaña.

Así pues, el reto durante el confinamiento era como podíamos evitar el aislamiento de cada una de las personas que atendemos. Para hacerlo, creamos una dinámica de participación de los infantes y jóvenes en todas las tareas. El tema fundamental es los espacios que el propio profesional y la individualidad de cada niño/a han podido encontrar.

Un espacio muy importante que hemos trabajado es la escucha sobre lo que expresa cada niño/a, la palabra en relación a su situación personal. Mantener permanentemente este contacto y este intercambio ha sido vital. Esta sensibilidad ha dado tranquilidad a muchos de los infantes y les ha reforzado la capacidad de participación. Han demostrado tener una gran capacidad de adaptación.

 

¿Qué conclusiones extraéis de esta experiencia?

La experiencia vivida en la etapa de aislamiento más severo ha sido positiva. Hemos mantenido una situación de tranquilidad y, no sé si es correcto decirlo así, de felicidad, con las actividades del día a día. Los infantes y jóvenes han participado de una manera altísima. No hemos tenido ninguna preocupación más allá de la normal de la situación que hemos estado viviendo y de alguna dificultad para compensar las visitas de las familias que hemos resuelto manteniendo contacto permanentemente. Por lo tanto, yo diría que ha sido una experiencia positiva.

A nivel profesional el resumen es de compromiso muy fuerte. Se ha asumido todas las necesidades que han aparecido, habiendo de intensificar los esfuerzos durante meses. Cuando hablamos del CRAE y pisos, a parte de los profesiones de estos recursos, también nos referimos a personas de otros equipos de la institución que han tenido de complementar las tareas que las residencias no podían asumir. Hablamos de soporte, búsqueda de material, suministro de comida…el equipo se ha sentido fuerte y exigido.

Ha habido una buena comunicación y solidaridad entre los profesionales para tirar adelante situaciones que hubiesen podido ser graves. El equipo ha respondido de una forma muy profesional.  

 

Contexto político. Propuestas sociales.

A menudo hablas de Distopía, el contrario de Utopía. ¿Podríamos definir así el período que viene?

Podríamos hablar de la utopía viable que consiste en definir los objetivos y caminar hacia conseguir una atención social realmente adaptada a las necesidades del país y de sus ciudadanos. La situación de crisis social juega en contra de estos objetivos. Hacemos pasos en dirección contraria a las mejoras de políticas sociales. Lo que hemos perseguido durante muchos años, a través de instituciones del Tercer Sector Social, es tener los recursos suficientes pero, sobretodo, las políticas sociales adaptadas a las necesidades de los colectivos más vulnerables. Este es un deseo y un objetivo que se convierte en una utopía que tiene que ser viable. 

Lo que no podemos hacer como colectivo es mantenernos pasivos y resignados ante la realidad que estamos viviendo y el futuro que nos espera. El tema del coronavirus ha agravado la situación y se augura un deterioramiento del modelo de país y la inquietud por los derechos de los ciudadanos.

 

¿Cuál es el camino para paliar esta situación permanente de recursos para alcanzar una atención social óptima?

La lucha es trabajar por una fiscalidad social. Los derechos de los ciudadanos tienen que estar garantizados y no tienen que depender de lo que haga la sociedad civil para resolver problemáticas graves. La sociedad civil está sustituyendo, en gran parte, las políticas que tendrían que cubrir las administraciones. Ahora es un momento de crisis y no hay otra que agradecer la dependencia del voluntariado y de iniciativas ciudadanas, bancos de alimentos, vivienda o que algunas instituciones tengan un criterio de beneficencia que ayudan a mejorar la calidad de vida de personas en situación de vulnerabilidad, pero esto no es suficiente. No es la solución.

De aquí muy poco nos tendremos que afrontar otra vez con una ola de demanda difícil de atender. Necesidades básicas, salud mental…Por lo tanto, aunque en este momento es una utopía hablar de políticas sociales presupuestarias y de fiscalidad que pueda garantizar estas políticas es una asignatura pendiente y ya nos tenemos que poner con ello. 

 

¿Qué crees que hemos podido aprender de la crisis del 2008 que no se tendría que repetir en esta ocasión?

La crisis del 2008 todavía no se había superado cuando ha aparecido una nueva crisis con la pandemia actual.

La congelación de políticas sociales, recortes y congelaciones pressupuestarias conllevó la debilidad del estado del bienestar, que ha llevado más injusticia social, más desigualdad. Partimos de esta herencia. Analizar lo que pasó en la crisis del 2008 tiene que ser de gran ayuda por proporcionar mejor seguridad en la toma de decisiones, no cometer los mismos errores y, sobretodo, aplicar soluciones de lo que hemos aprendido.  

Las políticas a la ciudadanía más vulnerable tienen que ser más justas y eficaces. No lo fueron ni lo son. Las necesidades que aparecen a partir de esta Pandemia no son nuevas sino que ya existían y ahora se han agravado. En nuestro sistema, en Cataluña, lo que estamos abrazando son las rentas garantizadas, podría ser también una renta garantizada para la infancia. Vamos avanzando en políticas sociales pero de manera muy  lenta y poco resolutiva. Las políticas de ayuda tienen que ser reales y eficientes y desarrollarse a una velocidad que se corresponda con las necesidades.

¿Qué podemos hacer desde las entidades para ayudar a que la situación mejore?

El Tercer Sector Social tiene muy claras y muy planteadas las necesidades básicas que hay actualmente para cada uno de los colectivos. Por ejemplo, si hablamos de infancia en riesgo, este colectivo ha sufrido históricamente importantes déficits presupuestarios y organizativos y, aun así, el sector no mejora sus condiciones económicos desde hace años. Es verdad que en los últimos cinco años ha habido un incremento extraordinario de jóvenes migrantes a atender y, si sumamos la pandemia, se han triplicado las necesidades, pero el problema presupuestario persiste con los años.

Las organizaciones no lucrativas están dotadas de profesionales con una gran capacidad de trabajo. Esto nos ha reforzado la experiencia y la capacidad de hacer aportaciones y de incidir sobre las políticas públicas, de hablar de políticas sociales. Así mismo, algunas han empezado a hacer trabajos de investigación. Desde nuestra entidad hemos hecho algún estudio sobre la salud mental y la atención de los colectivos atendidos. Esto es una línea importante a trabajar: salir de la precariedad en que se encuentra la investigación.

La atención a personas vulnerables tira adelante gracias a la implicación de los equipos profesionales pero, para llegar a una atención óptima, son necesarias mejoras presupuestarias y de recursos que tienen que estar garantizados desde la administración pública.